Los agrocombustibles utilizados en Europa reducen la producción de alimentos
Un nuevo estudio [1] de Amigos de la Tierra Europa, realizado por el investigador de la Universidad de Princeton, Timothy Searchinger, analiza la relación entre el uso de agrocombustibles (carburantes producidos con materias primas de origen agrario), emisiones de gases de efecto invernadero y producción de alimentos. El análisis aporta un componente todavía no explorado en el debate europeo: la reducción de gases de efecto invernadero atribuibles a algunos agrocombustibles se hace a expensas de las poblaciones más pobres, se reduce la disponibilidad de alimentos y empeora su dieta.
Entre las consecuencias ampliamente reconocidas del uso de agrocombustibles en el transporte europeo, destacan el hambre y la emisión de gases de efecto invernadero debido al cambio indirecto de uso del suelo (ILUC por sus siglas en inglés), es decir la deforestación o destrucción de otros tipos de ecosistemas para poder cultivar, provocando grandes cantidades de emisiones responsables del cambio climático. Lo que no se había demostrado hasta la fecha es la relación entre ambos: cuanto menos se deforesta y se destruyen ecosistemas, más se incrementa el problema del hambre, ya que los agrocarburantes desplazan campos dedicados al cultivo de alimentos; cuanto más se intenta evitar el hambre adicional, más emisiones de gases de efecto invernadero por deforestación y destrucción de ecosistemas.
Esta nueva perspectiva representa sin duda un elemento más a tomar en cuenta en la actual revisión de las dos Directivas que regulan la utilización de agrocombustibles en la Unión Europea. La próxima semana, el Parlamento Europeo está llamado a votar en plenario sobre dos aspectos fundamentales. Por una parte, imponer un límite máximo a la cantidad de agrocombustibles que se pueda utilizar en los carburantes y por otra, introducir el fenómeno ILUC en el cálculo de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. En paralelo, el Consejo Europeo también está decidiendo su postura sobre estas dos cuestiones. Por lo tanto, los eurodiputados y los ministros de industria y de medio ambiente tienen una gran responsabilidad en los próximos días: reducir el uso de agrocombustibles y asegurar que los factores ILUC se tomen en cuenta, para no empeorar el cambio climático y el hambre en el mundo.
Según Liliane Spendeler, directora de Amigos de la Tierra: “si los eurodiputados votan a favor de más agrocombustibles para alimentar nuestros coches, estarán votando a favor de más hambre para las poblaciones vulnerables del mundo, o si no, un incremento significativo de las emisiones de gases de efecto invernadero. En cualquier caso, sería una situación extremadamente perjudicial para la ciudadanía y el medio ambiente, y una decisión irresponsable e inmoral por parte de los representantes políticos. No hay que olvidar que las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y que el resultado de las votaciones en esta legislatura marcará las tendencias de los votantes”.
El análisis de Searchinger, basado en datos disponibles de varios estudios, en su mayoría encargados por la Comisión Europea, demuestra que:
– los agrocombustibles que consiguen reducir emisiones de gases de efecto invernadero comparado con los combustibles fósiles – fundamentalmente el bioetanol – lo hacen únicamente porque a la par se reduce el consumo de alimentos: no se reemplaza todo el suelo utilizado para etanol con tierras nuevas y por lo tanto, la producción de alimentos disminuye. En el caso de reemplazar toda la superficie dedicada a bioetanol con la deforestación y destrucción de ecosistemas, las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas serían al menos 5 veces superiores;
– de cada 100 calorías procedentes de trigo o maíz desviadas a agrocombustibles, 25 no se reemplazan en alimentos. Por lo tanto, menos disponibilidad de calorías, que repercute principalmente en los países pobres;
– el cultivo de trigo y maíz para etanol desplaza otros cultivos, en particular verduras, que al encarecerse, se consumen menos por las poblaciones más pobres. De allí una reducción de la calidad de la alimentación.
Teresa Rodríguez Pierrard | Amigos de la Tierra