Hogares verdes: la nueva lucha
Calentar, enfriar, iluminar, ventilar, o simplemente enchufar un electrodoméstico en el hogar no son acciones «inocentes». La energía que usan los hogares y los edificios comerciales corresponde al 40% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.
Aunque el Protocolo de Kioto y el IV Informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ya reconocieron la reducción de emisiones de CO2 en el sector de la construcción, queda mucho por hacer. Cancún recoge algunas propuestas científicas para lograrlo.
Reducir las emisiones de CO2 e impedir que las temperaturas asciendan de 2ºC implica aplicar las nuevas tecnologías sobre todo en los edificios que, junto al transporte y la industria, son la primera fuente contaminante. Pero, ¿cómo se aplican los nuevos recursos en una sociedad anclada en sus costumbres? El diseño inteligente es una de la soluciones.
«El futuro es el diseño inteligente con cuestiones tan simples como dónde colocar la nevera, al norte o al sur, y cómo reconducir el calor que la propia casa genera por ejemplo a través de este electrodoméstico. Se logra un intercambio de calor por lo que la casa utiliza su propia energía», asegura a SINC Juliana Qiong Wang, economista de energía, y miembro del Instituto Yale de Clima y Energía de la Universidad de Yale (EE UU) que asiste a la Cumbre del Clima.
Para ello es necesario un cambio de mentalidad y mayor concienciación pública, además de políticas adecuadas y tecnologías de uso público y privado, para reducir el consumo de energía y mejorar la eficacia energética de los edificios.
«La comunidad científica y los políticos deben centrarse en la causa del sector de la construcción porque, según cálculos termodinámicos, enfriar una casa en sólo un grado gastará tres veces más energía que calentarla. La humedad cuenta también mucho», manifiesta Wang.
REDUCCIÓN SIGNIFICATIVA DE CO2.
Según un informe de Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en Europa más de una quinta parte del consumo de energía y más de 45 millones de toneladas de CO2 podrían evitarse de aquí a 2020 con la puesta en marcha de normativas «más ambiciosas» para los edificios antiguos y nuevos.
«A nivel global es todavía difícil cuantificar cuánta energía se ahorraría con casas más eficientes porque no se trata de una sola tecnología sino de todo un abanico de ellas», asume la investigadora estadounidense. Sin embargo, según las estimaciones del PNUMA, se podrían evitar 1.800 millones de toneladas de CO2 en todo el mundo, unos 2.000 millones de toneladas con políticas más agresivas, es decir tres veces el volumen de reducción previsto en el Protocolo de Kyoto. Las nuevas maneras de pensar y actuar contribuirán a una economía baja en carbono y a un futuro más sostenible.
Para la Agencia Internacional de Energía, el sector de la construcción es uno de los sectores más efectivos en términos de costes para reducir el consumo de energía. «Los ahorros energéticos se estiman en 1.509 millones de toneladas de petróleo equivalente para 2050», anuncia a SINC Jens Laustsen, analista senior de Políticas Energéticas de la Agencia Internacional de Energía (IEA, en sus siglas en inglés).
Reducir la demanda global de energía, y mejorar la eficiencia energética en los edificios podría reducir «de forma significativa» las emisiones de CO2 del sector de la construcción con una posible mitigación de 12,6 giga toneladas de emisiones de CO2 para 2050.
«En una o dos décadas estas tecnologías estarán disponibles, porque las soluciones técnicas ya están aquí», asegura Laustsen. Como los edificios son uno de los principales consumidores de energía y las posibles reducciones son importantes, los edificios «relativamente baratos deben contribuir al establecimiento de políticas climáticas. Pero no pueden hacerlo solos, otros sectores han de ayudar», especifica la experta.
DIFERENTES ZONAS, DIFERENTES NECESIDADES.
«Al haber distintas zonas climáticas, hay diferentes tecnologías que pueden ser empleadas por igual. Es crucial intercambiar información a partir de una base de datos que recoja todas estas tecnologías», apunta la investigadora de la Universidad de Yale. La científica explica que en Arizona (EE UU), por ejemplo, el tiempo es muy seco mientras que en Florida es muy húmedo, por lo que «la energía empleada para enfriar la misma casa supone un gasto de energía diferente por cuestiones de humedad aunque en las dos zonas haga calor».
En el caso de Europa, el stock de edificios es de 160 millones y la tasa de construcción de nuevos edificios es inferior al 2% al año en la mayoría de los países europeos, por lo que la renovación de edificios antiguos es una «prioridad». Aunque ya se estén construyendo muchos edificios verdes que son muy buenos si se calculan en términos de energía por metro cuadrado, no son tan eficientes si se calcula la energía per capita. Tiene que cambiar el estilo de vida de las personas», señala Wang.
A pesar de que para los países industrializados el acceso a estas tecnologías sea más fácil, para los países en vías de desarrollo, la falta de financiación, la pobreza, los altos costes, las limitaciones en el diseño de los propios edificios y la disponibilidad de la tecnología, son un obstáculo. A esto se añade el empeoramiento de su salud.
UN HOGAR VERDE, MEJORA LA SALUD.
«Hay más de 1.000 millones de hogares en países en desarrollo que todavía cocinan con tecnologías precarias como piedras y leña. Esto causa la mitad de los casos de neumonía en niños de todo el mundo, la mayor causa de mortalidad infantil», declara a SINC Carlos Dora, médico epidemiólogo y coordinador en el departamento de Salud Pública y Medio Ambiente en la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra (Suiza).
Los científicos proponen una serie de tecnologías para edificios nuevos y antiguos que muchas veces genera malestar entre las personas. «Pero no lo son. Se trata de pensar si realmente hay que aislar, calentar o enfriar la casa. Tenemos que dar un paso para atrás y antes de hablar de eficacia en el aislamiento debemos preguntarnos si realmente hay que aislar. Hay que promocionar más hábitats «pasivos» como abrir las ventanas para adaptarnos al medio ambiente», afirma Wang.
«La ventilación natural reduce la transmisión de infecciones, que ocurre en espacio cerrados, lo que está bien demostrado en hospitales, con la transmisión de tuberculosis y de la SARS por ejemplo», asegura Dora. En zonas más frías, el aislamiento térmico reduce la humedad y el moho en los interiores, «lo que lleva a una reducción de los casos de asma, neumonía y enfermedades respiratorias. En Nueva Zelandia la mejora del confort térmico lleva a una mejor salud mental, y a una reducción de casos de depresión», asevera el investigador español.
Según los expertos, contar con edificios inteligentes será más sano para la gente, aunque estas nuevas casas sean más caras. «Con la esperanza de vida de la casa y la energía que se ahorra no resulta tan caras a largo plazo», concreta la científica economista. Con las nuevas tecnologías que ya se están empleando, los beneficios ya se están notando. Las personas menores de 35 años abogan por nuevas ideas de sostenibilidad y de protección medioambiental pero, según Wang, tienen limitaciones económicas para aplicar las nuevas tecnologías.
«Las personas más mayores, cerca de la jubilación, son los compradores más potentes porque están más instalados, conocen el lugar desde hace tiempo, tienen la capacidad de adquirirlo y más recursos financieros. Es crucial que haya más información para la gente», concluye la científica.
Fuente_Ecoticias