Bendito viento de febrero
Ha venido a decirlo el viento: España podría prescindir de varias centrales nucleares para abastecerse sin problemas de electricidad. Ocurrió este mes pasado, febrero de 2013. Tras el desmantelamiento de la central de Garoña (diciembre del pasado año) y los cuatro paros técnicos en la de Almaraz, a causa del enésimo problema con sus reactores, la energía generada mediante renovables ha supuesto el 45,2% de la que produce el país en lo que va de año. Un récord histórico que han confirmado los datos de Red Eléctrica Española. En febrero, concretamente, este porcentaje alcanzó el 46,8%.
En lo referido únicamente a la energía eólica los datos son aire puro: en lo que va de 2013, el viento ha producido más del 26% de toda nuestra electricidad y “lleva cuatro meses siendo la principal fuente energética del país”, señala Julio Barea, especialista en Energía y Cambio Climático de Greenpeace. “Según nuestros cálculos, en 2050 toda la energía producida en España podría ser limpia. Pero no es el camino por el que van ni el Gobierno ni la patronal eléctrica (Unesa)”, añade.
Porque todo este viento que nos ha salvado en estos dos meses de crudo invierno se puede volver yermo, inútil, huero. Una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Mariano Rajoy fue “la supresión de los incentivos económicos para nuevas instalaciones de producción de energía eléctrica a partir de cogeneración, fuentes de energías renovables y residuos”. Este Real Decreto-ley de 27 de enero de 2012 se publicó en el BOE 36 días después de que el actual presidente jurase su cargo. Todo un manifiesto de veloces intenciones.
Pero las alegrías que le prepara Rajoy a la patronal energética no acaban ahí. La intención del Gobierno popular de incluir en los Presupuestos Generales del Estado las ayudas a las productoras de energías renovables que perviven actualmente (el decreto ley anterior no tiene efectos retroactivos) crean bastante inquietud en empresarios e inversores en energías limpias. La razón es obvia: basta con borrar de un plumazo esa letra del PGE y se habrá cortado el grifo. Prácticamente ningún productor de energía limpia podría sobrevivir sin apoyo estatal (como sucede con nuestra industria del automóvil o nuestros partidos políticos). Y las explotaciones quedarían abandonadas, se deteriorarían y habría que reconstruirlas cuando las nucleares firmaran su acta de defunción (la de Cofrentes es la que tiene una más lejana expiración de su licencia, y su fecha de muerte es 2034).
La explotaciones eólicas o fotovoltaicas no son rentables aun, reconocen desde Greenpeace. “Pero no tardarán muchos años en serlo”, matiza Julio Barea. “Lo que se está haciendo desde Unesa y el Gobierno es conseguir que no sean viables económicamente y acaben desmanteladas”. Como país, esto significaría una desinversión. Y no hay que olvidar que, en su nacimiento, las nucleares también fueron fortísimamente subvencionadas. De hecho, aun hoy: por ejemplo, solo pagan por la gestión de residuos mientras funcionen. Si mañana una central cierra, sus residuos han de ser gestionados por el Estado. Con los impuestos de los ciudadanos. Y no es pequeña, esa ayuda.
Ahora están en peligro de quiebra muchas de esas otras productoras de energías limpias que sustituyeron a dos centrales nucleares cuando estas tuvieron que cesar su actividad. En este enero y en este febrero. En España permanecen operativas ocho centrales nucleares. En resumen, el viento pudo, cuando se le necesitó, sustituir con su aliento limpio a la quinta parte de estas peligrosas centrales (Fukushima). Pero es que nuestros sucesivos gobiernos nunca han confiado demasiado en el viento.
Las nucleares españolas nacieron de la mano de Franco en los 60. Cuando el PSOE de Felipe González llegó al Gobierno en 1982, prorrogó la moratoria nuclear. El PP siempre apoyó, sin tapujos, a la oligarquía energética que mantiene las centrales y que cada año fabrica más millonarios (Felipe González se fue al consejo de administración de Fenosa, José María Aznar y Elena Salgado cayeron en el de Endesa, Ángel Acebes entró en Iberdrola…). Pero hasta el PSOE de Zapatero, tan ecologista y renovable, votó en 2011 a favor de que las nucleares se mantuvieran en funcionamiento, incluso durante más de 40 años, hasta que no las desautorizara el Consejo de Seguridad Nuclear. Un organismo independiente que depende de la Administración del Estado. Y, por lo tanto, del Gobierno de turno.
Mientras, la capacidad de producción eólica española se sigue desperdiciando. Las centrales nucleares tienen contratada con el Estado la compra de gran parte de su “potencia nominal”. Hablando en bruto, esto quiere decir que las renovables solo se ponen a producir cuando la carga necesaria no puede ser abastecida por las nucleares y otros “organismos privados oficiales”, por llamarles de alguna manera. El gobierno compra cada año a las nucleares según su potencia nominal. Solo si esta se supera, sí se puede recurrir a otras fuentes. Esto quiere decir que, aunque el viento sople, no se va a aprovechar la energía del viento si las nucleares son capaces de abastecer. Que descanse, pues, el viento.
¿Qué porcentaje de la electricidad que se gasta en España podría ser sustituido con las instalaciones actuales de energía limpia? Es un dato que las estadísticas oficiales no nos dejan saber. Según el último Eurobarómetro, el 81% de los españoles demanda energías renovables de forma inmediata. Ese sí es un dato confirmable.
El viento de febrero nos lo ha dicho. El 46,8% de la energía producida fue limpia durante este mes. Y nuestro viento, soplando a media fuerza, nos ha dado el 26% de lo que hemos consumido en lo que va de año. Que hacía frío. ¿Cuánto podría soplar más? Nadie lo dice realmente. Bendito viento.
ANíBAL MALVAR | www.cuartopoder.es