Acuerdos mínimos a para una urgencia máxima en la cumbre sobre Cambio Climático de Lima
Un año más se ha evidenciado la falta de compromiso político frente al mayor desafío que enfrenta la humanidad. La cumbre sobre Cambio Climático de Lima finalizó sin dar respuesta a unas demandas basadas en el conocimiento científico y sin estar a la altura de una urgencia planetaria sobre la que no caben dudas. El texto alcanzado queda a la espera de que las distintas naciones emitan sus compromisos de reducción de emisiones, y que estas sean suficientes para limitar el calentamiento global a niveles aceptables. El año 2015 supondrá un reto para tamaño desafío, dadas las tensiones entre los distintos países y regiones que año tras año se reflejan en las negociaciones. Es imprescindible que los acuerdos sean concretos y vinculantes, que se destinen fondos para afrontar los efectos del calentamiento, que el cambio climático sea abordado como una prioridad política y no como una oportunidad de hacer negocio. Los acuerdos de mínimos suponen un retroceso que agrava la injusticia entre países y pueblos por el cambio climático.
La cumbre de Lima partía de la necesidad urgente de reducir las emisiones de CO2 lo antes posible. El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) hecho público a lo largo de este año es contundente: No hay tiempo que perder, cuanto antes se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero, menores serán sus efectos y menores sus costes sociales y ambientales.
El texto consensuado in extremis deja abierta la puerta para un acuerdo en la cumbre de París de 2015, pero parece claro que para alcanzar dicho acuerdo habrá que redoblar esfuerzos negociadores a lo largo del año y que puede no ser suficiente para garantizar un futuro sostenible. Lo más preocupante es que el acuerdo alcanzado deja vía libre para que los distintos países envíen sus propuestas de reducción de emisiones (con los Intended Nationally Determined Contributions, INDC) sin un objetivo claro en cuanto a la ambición de los mismos, las cuestiones relativas a la justicia global y con un proceso común de valoración, dejando a Naciones Unidas el trabajo de valorar si los objetivos agregados de los 195 países que conforman la convención son suficientes para alcanzar los objetivos globales. Quedará por lo tanto un gran trabajo por hacer en cuanto al acercamiento de posturas una vez se revisen dichos planes, apenas un mes antes de la cumbre de 2015. Un problema de la magnitud del cambio climático no debería quedar a merced de las buenas intenciones de los Estados , sino ser abordado de manera coordinada y obligatoria.
Como el acuerdo de París entraría en vigor a partir de 2020, otro aspecto clave de la cita en la capital francesa será el de fijar una senda de limitación de las emisiones globales entre 2015 y 2020.
Para Ecologistas en Acción los objetivos deben y pueden ser aún ambiciosos. No hay lugar para las medias tintas. Más allá de que haya una cierta probabilidad de que no se superen los 2ºC de incremento de temperatura global, el objetivo debe ser el de tratar de limitar el incremento en 1’5ºC. Para ello, la reducción de emisiones a mitad de siglo debe ser como mínimo entre un 70% y un 95% respecto al año 2010, según el último informe del IPCC.
Además, los países que históricamente han contaminado más y por lo tanto tienen mayor responsabilidad en el calentamiento global, deben destinar fondos a la mitigación y a la adaptación de los países que sufrirán las peores consecuencias y que tienen una menor responsabilidad sobre el mismo. El compromiso alcanzado hace años era dotar de 100.000 millones de dólares al año al fondo verde para estos fines. Frente a lo que se conoce como responsabilidades comunes pero diferenciadas, los países industrializados pretenden limitar dicha responsabilidad y limitar sus costes. Este año apenas se ha logrado llegar al mínimo de los 10.000 millones.
Frente a la inacción de los gobiernos, Ecologistas en Acción se suma a las demandas de la Cumbre de los Pueblos que movilizó estos días las conciencias y demandas de la sociedad civil. Son las alternativas de los movimientos populares que presentan verdaderas soluciones a la crisis climática y sus causas estructurales, como el actual sistema económico, las que deben ser escuchadas, las que reclaman medidas eficaces para hacer frente a la emergencia medioambiental y por la justicia global. Es necesario un cambio de rumbo radical y un replanteamiento del sistema económico hacia una economía social, colaborativa y basada en el respeto de los límites planetarios. Es urgente el abandono de los combustibles fósiles como motor de la economía, pues para hacer frente al cambio climático, la gran mayoría de las reservas conocidas deben permanecer en el subsuelo
Anxela Iglesias | Ecologistas en Acción